lunes, 24 de enero de 2011

La carretera


¿Rocío?... fue lo primero que dije cuando desperté, Rocío era el nombre de mi hermana mayor, mi única hermana. Discutí con ella la noche antes de que todo ocurriera. Más tarde me arrepentí mucho de haberla tomado con ella, me empecé a asustar porque nadie respondía a mi llamada. Sólo se escuchaban mis gritos entre el silencio.

Me levanté y encontré un interruptor, la bombilla se encendió parpadeante, la habitación estaba toda llena de sangre y no sabía siquiera si era mía. Empecé a correr, abriendo cada puerta que me encontraba y, pasillo tras pasillo, encontré la salida. Pensaba que todo era una pesadilla. Esperaba que, cuando abriera la puerta de la entrada apareciera en alguna calle cercana a la mía o viera a alguna persona pasear sin más, sin embargo, me encontré con una única carretera en un lugar desconocido. Empecé a caminar esperando a que pasara un coche que me llevara de vuelta a casa. Me llevé minutos observando como mis pies descalzos pisaban fuertemente el asfalto cuando...sonó el móvil, que ni siquiera me había dado cuenta que lo llevaba encima. Era un mensaje de mi hermana:

“No te preocupes, sólo era una broma, voy a buscarte y no te muevas de la casa. Te la debía”

Ya llevaba alrededor de veinte minutos caminando, me senté en el arcén, no pasó ni medio minuto y ya tenía miles de descalificativos y degradantes adjetivos para ella. Decidí ignorarla y hacer autostop al primer coche que pasara. Suerte, o no. De lejos se veía un Mercedes negro con los cristales tintados, que fue frenando poco a poco a la vez que pasaba por mi lado. Un hombre bajó del coche y una gota de sudor resbaló por mi frente. Vi toda mi vida en un momento, sabía que no debía subir a ese coche, que no era seguro, que no conocía nada de ese hombre, que ni siquiera sabía dónde estaba, ni nadie sabía que estaba allí, excepto Rocío. Al recordarla, el orgullo me invadió y la odié como nunca había odiado a nadie. Me levanté deprisa, dispuesta a ver la reacción de aquel hombre que tenía cara de pocos amigos y me hizo un gesto de subir al coche. Me acerqué, abrí la puerta trasera y, sin dudarlo, subí.

Allí dentro había una chica que estaba muy asustada, un par de años mayor que yo. Quería escapar de allí. El coche arrancó y el hombre cerró los pestillos de las puertas. A mi lado había un chico joven. Prefería no pensar en nada, miles de imágenes pasaron por mi mente. El chico me agarró y me tapó los ojos. Es lo último que recuerdo.

Ángeles Portillo

No hay comentarios: