jueves, 13 de diciembre de 2012

LAS VOCES BAJAS


El pasado martes, en el seno del programa "Letras Capitales" del Centro Andaluz de las Letras, Manuel Rivas presentó en la Biblioteca Pública de Sevilla su último libro, Las voces bajas.
Leer esta obra es paladear las palabras, los sentimientos, los sonidos de los animales, de los recuerdos y de la vida auténtica, la vida íntima. Escuchar a Manuel Rivas a poco más de un metro es volar en ese espacio donde lo real y lo imaginario dejan de percibirse como contradictorios (esta idea no es mía; viene en el libro y procede del Manifiesto surrealista). Manuel habló de lo que le dio la gana, habló como si hablara solo, habló cautivando como un encantador de serpientes a todos los que estuvimos allí. Qué gusto escuchar sus reflexiones, sus recuerdos, sus sensaciones, sus elegantes ironías y sus punzantes y sutiles toques de humor. "La relación erótica entre las lenguas" (y el posible nerviosismo en el ministerio ante tal comentario...); el miedo y la risa infantiles provocados por unos gigantes cabezudos que representaban a los Reyes Católicos (y su risa en voz baja continua por la monarquía en general...); la sabrosa anécdota del loro valleinclanesco; y sobre todo, la voz baja de su madre, siempre. Esos, entre otros muchos imposibles de resumir, fueron los soliloquios de Manuel Rivas en aquel encuentro. Y al final regaló algo sin precio: leyó como un juglar poeta un capítulo de su obra.
Las voces bajas es un refugio acogedor frente al berrido ensordecedor dominante. No es un libro que "enganche"; simplemente, secuestra. Hay que leerlo despacio, cerrarlo de vez en cuando, releer algunos fragmentos y renunciar a entenderlo, dejarse llevar por la sugerencia y no por la historia, permitir que rescatemos nuestras propias voces bajas. Es de esos libros que persiguen mucho tiempo.

"No sabemos lo que la literatura es, pero sí que detectamos la voz de la literatura. En los libros, en la vida. Esa boca raramente avisa antes de abrirse. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Incluso puede estar cerrada, herida, y sentir cómo en ella enjambran excitadas las palabras. Puede ser una boca tuerta, pintada, voluptuosa, deshidratada. Puede ser escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Lo que no puede querer es dominar. Es una boca siempre excéntrica. (...) Yo conocí muy pronto esa boca. (...) En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre hablando sola."
(Fragmento de la novela Las voces bajas)

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