sábado, 21 de noviembre de 2009

¿Cuándo fue la última vez que sentiste algo por primera vez?

De repente, me desperté. Sentía una gran jaqueca, y todo estaba oscuro a mi alrededor. Hacía una temperatura extraña en aquel lugar; por una parte, un frío gélido calaba mis huesos, mientras que por otra, un ligero calor se pegaba a mi piel.
Todo era muy extraño, no sabía qué hacía allí, ni cómo había llegado exactamente, pues las imágenes que tenía en ese momento no eran claras.
Intenté moverme, pues estaba tumbado, con las manos entrelazadas sobre mi pecho, y sentía los músculos ligeramente agarrotados. Agarrotados y cansados. Cuando, poco a poco, recuperé movilidad en mis manos, palpé a mi alrededor, ya que no se veía anda. Justo casi al mover brazo, me percaté de que a menos de 6 pulgadas de mi cara se hallaba un material extraño, un material que de alguna forma me resultaba familiar y que me impedía moverme. Lo mismo pasaba en las otras direcciones. Estaba literalmente encerrado.
De pronto, y como en un flashback, empecé a recordar algunas cosas, empecé a sentir como si antes no hubiese estado inconsciente del todo, y sí notara ligeramente lo que pasaba a mi alrededor.
Por unos momentos había dudado, pero ya no, ya era consciente de mi situación.
Empecé a gritar, y a golpear la caja lo más fuertemente que podía. Estaba confuso, pero no tenía otra opción, debía intentar todo lo posible para salir de allí, debía seguir golpeando y gritando; gritando hasta que la muerte oyese a su nueva víctima.

Como de costumbre, Anita, una anciana de 77 años de edad, viuda hacía tres, iba a dejar flores a su difunto marido. En el camino, y a escasos metros de la tumba de su marido, Anita divisó algo extraño en el suelo. Demasiado grande para ser una flor, y pensando que podía tratarse de un pajarito muerto, Anita se acercó para ver lo que era.
Se subió las gafas, se agachó lentamente, y al estar lo suficientemente cerca para ver lo que era, Anita retrocedió y cayó hacia atrás, aplastando con su pompis las flores para su marido.
Lo que sobresalía ligeramente de la tierra era una mano humana. Una mano con los dedos ensangrentados y desgastados, tanto, que se veía el hueso saliente.





Ángel Friera Conde 1º BCT-B

No hay comentarios: