lunes, 23 de noviembre de 2009

Primer sábado de mayo

Correría el tiempo de descuento. El delantero entra en el área, se cae y... penalty. ¡Nos vamos a comer al árbitro! ¡Si ha sido un piscinazo muy claro! Pero él lo pita. El delantero se aleja unos pasos del balón. Pita el árbitro, el jugador comienza su carrerilla, dispara y..., gol. Esto significa que vamos perdiendo. Entre la euforia del equipo rival, nuestra desolación y enfado. Están volviendo a su campo. Bien, con una jugada rápida...¡Pero qué hace! El árbitro no nos deja ni sacar. Con aparente temple, el hombre del silbato se dirige a su vestuario, pero no le dejamos. Nos amenaza con sanción, aunque nos da igual. Al final, desistimos. Nos marchamos al vestuario con el enfado encendido en nuestros ojos. Tras cambiarnos y la posterior charla de nuestro entrenador, me dirijo a mi casa, donde me espera un día que promete ser tranquilo, pero muy aburrido.
Es el primer sábado de mayo, pero a la sombra llegaríamos perfectamente a los veintiocho grados; al sol... mejor no pensar. Llegando al portal de mi casa, me tropiezo con una lata de refresco, y le doy una patada para intentar quitarme un poco esa rabia del cuerpo. Desafortunadamente, la lata impacta en una pata trasera del perro de mi vecino, así que me apresuro a entrar en mi portal. Como vivo en un primero, subo por las escaleras y no por el ascensor.
Sin tenerlo premeditado, la puerta queda entreabierta. Cuando llego al salón, me encuentro dinero y una nota que decía: 'Pídete algo para comer, lo que quieras'. Tras leerla, cogí el folleto de la pizzería, elegí mi pizza... ¡Ring! ¡Ring! ¡Ring! El teléfono estaba sonando. Antes de cogerlo, pensé que sería mi madre, pero, para sorpresa mía, el que llamaba era mi amigo Emilio. Estaba dudando entre cogerlo o no. Al final, descuelgo el teléfono.
-¿Está Ale?-pregunta.
-Sí, soy yo. Qué pasa esta vez, ¿estás aburrido?-le contesto (casi siempre llama por esa razón.
-Tío, déjate de bromas-vaya, su voz sonaba, por primera vez, en serio-. Bueno, ¿has abierto el ordenador?
-No, acabo de llegar-respondo a su pregunta-.¿Qué pasa? ¿Han cesado YouTube?
Déjate de bromas de una vez-contesta. Ahora habrá que tomárselo en serio-¡Mamá, ahora no puedo, estoy hablando con Ale!-puedo oír, pues en mi cuarto hay poca cobertura.
-¿Emilio? ¿Estás ahí?
-Sí- estaba jadeando-. Tío, cierra puertas, ventanas… Todo por donde pueda entrar alguien.
-¿Por qué?- le espeté- Tengo calor, y con el aire acondicionado no me basta.
-Por favor hazlo- su voz sonaba aterrada-. Se ha escapado Eugen Niculae de la cárcel.
-¡¿El asesino en serie rumano?!-dije gritando.
-El mismo- dijo una voz, pero esta no era la de Emilio. Ésta era extranjera y el aliento de la persona chocaba con mi cuello.
Automáticamente levanto los brazos. El teléfono está en el suelo, y la voz de Emilio suena a través de él. Pero eso no importa ahora. Lo que importa es mi vida. Tenía a un rumano sediento de muerte detrás de mí, hundiendo su pistola en mi nuca y con el dedo en el gatillo.
-Dame tu dinero- dijo el asesino.
-Si me quitas la pistola de la nuca, lo buscaré- dije intentar aparentar serenidad, pero creo que no colaba.
- Vale, yo fiarme de ti- sus palabras eran frías, y su español… podría mejorar.
Cuando salimos de la habitación ciento cincuenta euros en la mano, disparó al teléfono para que yo no pudiera llamar a nadie. Mientras recogía el dinero de mi hermano le formulé la siguiente pregunta:
-¿Por qué vienes a por mí? ¿Te he hecho yo algo?- le dije, pues necesitaba aclarar mis dudas.
-Puerta tuya estar abierta. Tengo ganas de matar, ganar dinero y ser feliz en mi país- le había costado decir, aunque había hablado un poquito mejor.
-¡Eh, eh, eh!- le respondo. Tengo todas las posibilidades de morir, así que disfrutaré el momento- Espera. Entras en MI casa, pones tu pistola en MI cuello, rompes MI teléfono y me pides MI dinero. Y encima me quieres matar. ¿Estás loco?
-No ‘chulís’ tú, ‘niniato’.
-Yo no soy un niniato- le repliqué-. Además, mi amigo lo ha oído todo, y habrá llamado a la poli ya asustado.
-Quiero dos mil. Con dos mil me voy- me dijo, pero su acento me hizo reír.
-Eugen, si te puedo llamar así- asintió con la cabeza-, solo te puedo dar quinientos euros y clases de español, que falta te hacen, porque el dinero no crece en las plantas.
- Tú, ‘espaniolito’- cargó su pistola y me la puso en la frente-, verás lo feliz que vas a ser en el tercer anillo gracias a… ¡MÍ!
Bueno, parece que esto es el final. El rumano me ha abierto las puertas de la muerte.
-¡Vas a mo…

Hoy es el primer sábado de mayo, tengo partido, hace calor pese a la hora que es… Tengo ganas de jugar ya, para alejarme de las noticias sobre el asesino rumano, que me han bombardeado toda la semana. ¿Qué pasará hoy? No lo sé, pero tengo el presentimiento de que el destino me perseguirá.

Alejandro Alfonso Mora

No hay comentarios: